sábado, 13 de noviembre de 2010

MIGUEL BELTRÁN, HÉROE DE CARNE Y HUESO

Si tuviéramos que definir qué es un héroe seguramente describiríamos a personajes vestidos de la forma más pintoresca; con trajes de llamativos colores, ajustados al cuerpo para perfilar mejor la musculatura; capa a juego con unos ridículos calzoncillos, máscaras que ocultan la identidad y superpoderes que se ponen al servicio de los demás durante la noche o de forma paralela a otra existencia más normal de quien los posee. Sin embargo, toda la magia de estos personajes de papelcouché creados por la industria del cine impiden en numerosas ocasiones percibir la auténtica valía de los de carne y hueso, que a veces viven, sienten y padecen más cerca de lo que creemos.

Tal es el caso de Miguel Beltrán. Todos los que estamos relacionados de algún modo con el mundo del deporte en general, y del atletismo en particular, percibimos el valor de lo realizado por este muchacho la semana pasada. Otros, ya menos, saben por su experiencia personal qué significa acabar una maratón. Esta prueba a la que me gusta llamar con el artículo en femenino, por la que también, como en el caso de las mujeres, puede perderse la cabeza, atrae como ninguna, te moldea como ninguna y se sufre como en ninguna. -Juan Manuel, que también ha corrido en Nueva York, Juan Antonio Martín, Manuel Mota... saben de todos los matices que se esconden en mis palabras-.

Pues bien, Miguel ha conseguido clasificarse por segundo año consecutivo para formar parte del equipo de Andalucía que defiende nuestra bandera por los míticos barrios neoyorquinos. Durante bastantes semanas he seguido con interés cuál era su plan de entrenamiento en los periódicos y le he visto correr en Valverde o en la Ruta del Jamón para verificar que su estado de forma iba en el buen camino. En este punto el atleta debe ser considerado como un verdadero pionero. Nunca antes, al menos que yo tenga constancia, se ha dedicado tanto espacio en los medios de comunicación al deporte que practicamos y que, este sí, debería portar la aposición de rey. El Lince Bonares, todos los clubes provinciales, o andaluces, deben estarle agradecidos. Como indiqué en una de mis últimas crónicas cuando se compite lejos de Huelva todos lo hacemos defendiendo al mismo ejército y luchamos por la misma idea.

Miguel Beltrán ha paseado por Nueva York -bueno, ha sido algo más serio que un simple paseo-, con la intención de conseguir una marca de auténtico nivel. Ha logrado bajar de dos horas y veintisiete minutos. Ha conseguido ser el primer español en meta y para poner la guinda ha superado a gente tan ilustre como Fabián Roncero o Martín Fiz que, aunque estén en el ocaso de sus vidas deportivas, son un referente del atletismo español. El primero ha sido, sin duda alguna, el de más clase y potencialidad de toda la lista de atletas de élite que nos avalan en los últimos veinte años; el segundo, puede exhibir un Campeonato Mundial y otro Europeo o un cuarto puesto en olimpiadas.

Imagino la cara de Beltrán cuando al llegar al Parque Central de esta ciudad; que muchos nos conformaremos con ver en telediarios, películas o anuncios. Comprobar que su objetivo estaba cumplido debe ser una sensación que ni las palabras escritas ni habladas pueden mostrar. Cuando llegó al aeropuerto y vio a su familia la cosa alcanzaría cotas insospechadas. Cuánto envidio a Beltrán, qué sensación tan placentera debió experimentar. Y toda su familia, claro. Ellos son parte de toda esta historia y aunque su papel ha sido secundario, han resultado vitales. Largas horas de entrenamiento, régimen de comida especiales, privados de mucho tiempo del atleta, soportando todo el esfuerzo y sirviendo de apoyo decisivo.

De la misma forma felicito a los dirigentes políticos del San Juan. Qué suerte han tenido con que el caprichoso destino haya querido que Miguel viera la luz por primera vez en sus calles, creciera como persona y atleta entre sus vecinos, siga viviendo allí actualmente o defienda los colores de Arco Iris de la misma localidad. Tienen en él el modelo perfecto que ofrecer a los niños. Un hombre educado que encarna como nadie valores universalmente tenidos por buenos: vida sana, disciplina, constancia, entrega, compromiso...y un largo etcétera de virtudes necesarias para plantearse el reto de la maratón.

Por todo, Miguel, hoy eres mi héroe, nuestro héroe...¡y de carne y hueso!

¡Enhorabuena y a preparar la próxima!

Paco Vazquez.- cronista del Lince-Bonares

No hay comentarios:

Publicar un comentario