A pesar de que esto se había planteado como un mero entrenamiento los preparativos se asemejaron más a una carrera en toda regla. En los días anteriores tuvimos que organizar el transporte, el vehículo de apoyo y comprar las viandas de la parrillada para cuando llegáramos.
El domingo 29 de mayo a las 8:00 quedamos en mi cochera para cargar la furgoneta y salir. Ya está todo listo y me comenta Mota que se va a pensar si hacer el recorrido en bici o corriendo. ¿Qué te lo vas a pensar? Si salimos en 5 minutos. Pues aún no lo tenía claro, lo iba a decidir en el camino a su casa.
Como se esperaba un día “calentito” adelantamos la hora de salida a las 8:30. Pero, como siempre, no se cumplió. Fuimos llegando al polideportivo en esta media hora y a las 9:00 en punto había “quorum”. Algunos se presentaron con el cuerpo todavía “cansado” de la noche anterior en la verbena del centenario de la Cruz de las Cuatro Esquinas.
José Luis se queda a esperar a Mota que aún lo estaba meditando. Salimos por detrás de la gasolinera y mi primera impresión es la de estar participando en una carrera. Nervios y expectación. Casi a los 2 kilómetros nos adelanta José Luis y Mota se une a nosotros corriendo, ha dedajo la bici para otra jornada.
Pasamos por las zonas de canteras de arena y por la Casa de la Corregidora, que por su aspecto “chernobilesko” bien podría ser el escenario de una de las historias de Cuarto Milenio. Una localización que encierra una magia especial.
Se alternan campos de cultivos de naranja y vid hasta Rociana. Ya vemos el campo de fútbol de Rociana al fondo. Antes de las 10:00 estamos en Unión Carpintera para el primer avituallamiento. La temperatura es más fresca de lo esperado y nuestros cuerpos lo van a agradecer.
Reanudamos la marcha y subimos por el casco urbano hasta llegar al colegio para girar a la derecha por el camino que nos llevará hasta Almonte. En este tramo los espacios cultivados se van mezclando con zonas más aridas y vemos extensiones más llanas de terreno salpicadas por agrupaciones de eucaliptos a los bordes del camino. Los avituallamientos son cada vez más regulares. Rodamos en torno a los 5:30 min/km, una marcha muy tranquila que nos permite disfrutar del paisaje y de la conversación.
Antes de las 11:00 dejamos atrás la fábrica de palets y el centro de transformación para ir paralelos a la carretera hasta cruzar la rotonda de acceso a Almonte. En la entrada nos espera Salomé (la mujer de Juan Bonifacio) que se suma en la última etapa. Una “pará”, agua y otros “mejunges” para reponer electrolitos y glucógeno.
Atravesamos Almonte a la hora del desayuno y la gente que llenaba las terrazas de la Avda del Rocío nos miraba con una cara de entre asombro e interrogación ¿Pero a dónde van estos locos? Fuimos durante un rato el centro de atención del lugar.
En pocos minutos encaramos la etapa final. El sol ya iba calentando lo suyo y el trazado se hacía cada vez más árido por esa pista que muchos almonteños utilizan para ir al Rocío llamado el Camino de la Virgen. Diego nos alcanza con el todoterreno para darnos un poco más de ánimo. A ratos me parecía estar dispuntando la “desert run”, por el clima y las vistas; arena, más arena y algunos árboles que iban flanqueando nuestra ruta.
En media hora avistamos el paraje cercano al “Pastorcito”, la sombra de los pinos centenarios nos abriga en la llegada al lugar y cruzamos la carretera en la Venta La Piedra. A 1,5 km escasos la meta, el ALTO LA PIEDRA pero tendríamos que luchar contra la blanca arena que nos haría un poco más difícil el culminar el reto.
Cristi, Mota y un servidor decidimos tirar un poco más fuerte y entramos los primeros. En un segundo grupo lo hacen Mª José, Salomé y Juan Bonifacio. A falta de público nos autoaplaudimos nosotros mismos. La sensación de haber culminado el reto es muy placentera, estábamos muy sobrados y por efecto de las endorfinas (o no se que tipo de alucinación colectiva) todos estábamos de acuerdo en que (tranquilamente!!!) podríamos haber llegado hasta el Rocío. Será en otra ocasión, valientes.
Los coches tuvieron que dar la vuelta hasta Almonte porque el tráfico a esa hora daba el aspecto de la Quinta Avenida de Nueva York. Después de los estiramientos nos esperaba un “vuelta y vuelta” de 4 kg del que no sobró casi nada.
No quiero terminar sin agradecer a José Luis el apoyo logístico desde la furgoneta, sin él no hubiera sido posible el desarrollo de la expedición.
Quizás hayamos sentado las bases para la organización de una futura carrera. De momento la jornada de ensayo de este TRAIL ha sido todo un éxito. Una experiencia entre amigos muy recomendable, llena de buenas sensaciones e irrepetible (o repetible).
José Javier Martín Ramos – Cronista del C.A. El Lince - Bonares.
El domingo 29 de mayo a las 8:00 quedamos en mi cochera para cargar la furgoneta y salir. Ya está todo listo y me comenta Mota que se va a pensar si hacer el recorrido en bici o corriendo. ¿Qué te lo vas a pensar? Si salimos en 5 minutos. Pues aún no lo tenía claro, lo iba a decidir en el camino a su casa.
Como se esperaba un día “calentito” adelantamos la hora de salida a las 8:30. Pero, como siempre, no se cumplió. Fuimos llegando al polideportivo en esta media hora y a las 9:00 en punto había “quorum”. Algunos se presentaron con el cuerpo todavía “cansado” de la noche anterior en la verbena del centenario de la Cruz de las Cuatro Esquinas.
José Luis se queda a esperar a Mota que aún lo estaba meditando. Salimos por detrás de la gasolinera y mi primera impresión es la de estar participando en una carrera. Nervios y expectación. Casi a los 2 kilómetros nos adelanta José Luis y Mota se une a nosotros corriendo, ha dedajo la bici para otra jornada.
Pasamos por las zonas de canteras de arena y por la Casa de la Corregidora, que por su aspecto “chernobilesko” bien podría ser el escenario de una de las historias de Cuarto Milenio. Una localización que encierra una magia especial.
Se alternan campos de cultivos de naranja y vid hasta Rociana. Ya vemos el campo de fútbol de Rociana al fondo. Antes de las 10:00 estamos en Unión Carpintera para el primer avituallamiento. La temperatura es más fresca de lo esperado y nuestros cuerpos lo van a agradecer.
Reanudamos la marcha y subimos por el casco urbano hasta llegar al colegio para girar a la derecha por el camino que nos llevará hasta Almonte. En este tramo los espacios cultivados se van mezclando con zonas más aridas y vemos extensiones más llanas de terreno salpicadas por agrupaciones de eucaliptos a los bordes del camino. Los avituallamientos son cada vez más regulares. Rodamos en torno a los 5:30 min/km, una marcha muy tranquila que nos permite disfrutar del paisaje y de la conversación.
Antes de las 11:00 dejamos atrás la fábrica de palets y el centro de transformación para ir paralelos a la carretera hasta cruzar la rotonda de acceso a Almonte. En la entrada nos espera Salomé (la mujer de Juan Bonifacio) que se suma en la última etapa. Una “pará”, agua y otros “mejunges” para reponer electrolitos y glucógeno.
Atravesamos Almonte a la hora del desayuno y la gente que llenaba las terrazas de la Avda del Rocío nos miraba con una cara de entre asombro e interrogación ¿Pero a dónde van estos locos? Fuimos durante un rato el centro de atención del lugar.
En pocos minutos encaramos la etapa final. El sol ya iba calentando lo suyo y el trazado se hacía cada vez más árido por esa pista que muchos almonteños utilizan para ir al Rocío llamado el Camino de la Virgen. Diego nos alcanza con el todoterreno para darnos un poco más de ánimo. A ratos me parecía estar dispuntando la “desert run”, por el clima y las vistas; arena, más arena y algunos árboles que iban flanqueando nuestra ruta.
En media hora avistamos el paraje cercano al “Pastorcito”, la sombra de los pinos centenarios nos abriga en la llegada al lugar y cruzamos la carretera en la Venta La Piedra. A 1,5 km escasos la meta, el ALTO LA PIEDRA pero tendríamos que luchar contra la blanca arena que nos haría un poco más difícil el culminar el reto.
Cristi, Mota y un servidor decidimos tirar un poco más fuerte y entramos los primeros. En un segundo grupo lo hacen Mª José, Salomé y Juan Bonifacio. A falta de público nos autoaplaudimos nosotros mismos. La sensación de haber culminado el reto es muy placentera, estábamos muy sobrados y por efecto de las endorfinas (o no se que tipo de alucinación colectiva) todos estábamos de acuerdo en que (tranquilamente!!!) podríamos haber llegado hasta el Rocío. Será en otra ocasión, valientes.
Los coches tuvieron que dar la vuelta hasta Almonte porque el tráfico a esa hora daba el aspecto de la Quinta Avenida de Nueva York. Después de los estiramientos nos esperaba un “vuelta y vuelta” de 4 kg del que no sobró casi nada.
No quiero terminar sin agradecer a José Luis el apoyo logístico desde la furgoneta, sin él no hubiera sido posible el desarrollo de la expedición.
Quizás hayamos sentado las bases para la organización de una futura carrera. De momento la jornada de ensayo de este TRAIL ha sido todo un éxito. Una experiencia entre amigos muy recomendable, llena de buenas sensaciones e irrepetible (o repetible).
José Javier Martín Ramos – Cronista del C.A. El Lince - Bonares.
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